Hoy quiero contar esa historia a la que todo ser humano le tiene miedo. Que le olviden.
Un día te das cuenta de que te has enamorado y lo notas porque cuando estas a su lado dejas de respirar, te sientes débil, sientes como si tu vida dependiera de esa persona. Porque podrías salir corriendo hacia donde esté, aunque esté en la otra punta del mundo, y sabrías que jamás te cansarías de correr porque él o ella va a ser tu recompensa.
Pero no todo en la vida son finales felices, de hecho, no existen los finales felices.
Y de repente, pasa. Pasa que te dice que no te quiere, que ya no se le corta la respiración o que ya no sonríe cuando te ve en su cama. Y pasa también que por instantes le odias, con todas tus fuerzas por cargarse tu felicidad. Digamos la verdad, le matarías por destrozar tu vida. Pero no lo haces, te derrumbas y empiezas a llorar por algo que pudo haber sido y no fue. Y al final, nos hechamos siempre la culpa de que aquello, no funcionara, y no es así...simplemente esa persona aprendió a vivir sin ti, no hay más. No hay culpables.
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